Nota editorial de Fernando N. Molina, Director de SEMANARIO DIGITAL, quien hace un breve repaso de las promesas no cumplidas por los políticos en los últimos años.
Por Fernando N. Molina
¿Por qué será que nos cuesta tanto creer en los políticos? Tendremos motivos o es sólo que somos gente jodida?
Las elecciones ya pasaron y la palabra que más se lee y se escucha es transición… Los entrantes y los salientes se llaman por teléfono, se regalan ramos de flores (sí, aunque usted no lo crea, Salvador la recibió a Magario con un ramo de flores), pero en el mientras tanto, como quien no quiere la cosa, aumentaron todos, pero todos los preciosss.
Me intriga mucho saber qué se dice en esas famosas reuniones de “transición”, de la misma manera que me intriga saber cómo es que un grupo de tipos se las arregla para dejar el país siempre peor y con la “famosa herencia”. Tengo una teoría y creo que no debe estar tan lejos de la realidad. Sólo hace falta un poquito de memoria.
Me imagino que sucedió en todas las campañas políticas, desde 1983 hasta la fecha. Me imagino la escena. Diversos publicistas, operadores de campaña, gurúes de las elecciones de turno, reunidos con los integrantes de la mesa chica de los diversos candidatos, preguntando: “Estimados, si ganamos las elecciones… ¿qué cosa estamos seguros, pero seguros, que no vamos a poder cumplir ni a palos?”. Y en ese momento, el aspirante a presidente expone largamente sobre esos ítems negados, esos que no piensa realizar, por impotencia o por que no se le canta. Acto seguido, el especialista en triunfos electorales manifiesta: “Precisamente eso que NO vamos a hacer, justo eso, será nuestra gran promesa de campaña. ¡A imprimir afiches!”.
Si no es así, ¿cómo explican la diferencia diametralmente opuesta entre lo que vitoreaban los slogans y lo que al final se hizo? Del dicho al hecho no hay un trecho en Argentina. Tampoco una grieta. Lo que hay es un abismo.
Y no me refiero solo al reciente latiguillo macrista de “Pobreza cero”. Una pro-mesa que suena (tristemente) irrisoria en este contexto de inflación galopante (una máquina de fabricar índices de miseria). Quiero enumerar todos los anuncios que fueron ejes de las campañas de los últimos presidentes, todos con el mismo denominador común: ¡Hicieron exactamente lo opuesto! O fue casualidad, o fue ingenuidad, o fue puro cinismo…
Pero antes de entrar en el catálogo del horror de lo no cumplido, busquemos un poquito qué cuernos es el cinismo. Así al menos sabemos en qué piensa la gente que se nos ríe en la cara.
En la Grecia Antigua una rama filosófica buscaba desarrollar lo mejor del ser humano que, creían, tenía que ver con la vida austera, autónoma, integrada a la naturaleza. Miraban a los perros, que no necesitaban más para vivir que un poco de agua, algo de comida y un lugar para echarse. Esa línea filosófica eran llamados los cínicos. Algunos especialistas sostienen que el actual significado de cínico, como hipócrita, descarado o impúdico, viene precisamente de “ser como un perro”. Es decir, que el mote “cínico” actual proviene de la mirada “cínica” de los contemporáneos de esa rama de la filosofía, que solían mofarse de aquellos que decidían prescindir de los lujos materiales…
He escuchado a muchas madres, básicamente de varones, repetir: “yo le voté a Alfonsín” (me imagino que entre otras cosas) por su promesa de eliminar el Servicio Militar Obligatorio. No solo prometió esto -que no se dio, ya que quien eliminó el servicio militar fue Menem en los 90-, también en sus spots hablaba largamente de pacificar al país (hizo lo que pudo, sufrió el agravante de haber sido sucesor de la dictadura) y ¡luchar contra la inmoralidad de la inflación! Todos sabemos que tuvo que entregar el gobierno por anticipado, jaqueado por la hiperinflación. Pero este fue solo el comienzo de una caterva de espejismos electorales de la política de los últimos años.
Después apareció el caudillo neoliberal de La Rioja que nos vendió una “revolución productiva”; justamente, a las puertas del periodo en el que se abrieron las importaciones y la industria nacional besó la lona. También Menem impuso el latiguillo “Síganme, no los voy a defraudar”. Y así, seguimos con el plan de convertibilidad del gobierno menemista hasta el 2001, y ya sabemos cómo terminó esa película. Defraudación fue lo mínimo que se vivió.
Y hablando de esos años, cómo olvidarnos de la campaña del “aburrido” De La Rúa, que de aburrido tuvo -desgraciadamente- muy poco. Volver a escuchar la propaganda “Somos más” de La Alianza es más triste que un atardecer de domingo sin luz. “Somos más”, decía el aviso del gobierno, que con el correr de los meses nos hizo sentir a los argentinos lo menos de lo menos.
Luego, entramos en la década “ganada” o “coimeada”, de acuerdo al lado de la grieta en la que usted se encuentre. Es curioso que la simplísima campaña de Fernández de Kirchner entra en las generales de la ley: “Cristina, Cobos y vos”. ¿Te das cuenta que no se pudo ni cumplir esto? Otra promesa no positiva.
También recuerdo el lema del último gobierno K: “Argentina, un país de buena gente”; hoy suena patético, a la luz del espectacular entramado que destaparon los cuadernos K, con implicancias empresariales, dirigenciales, y choferísticas.
Volviendo al significado de cinismo, hay otra teoría más sencilla sobre por qué la palabra cínico devino en el concepto de persona deshonesta y “sobradora” de hoy. Al parecer, muchos de los antiguos cínicos predicaban el amor por la vida sin excesos ni gustos materiales, mientras que por atrás ¡cobraban jugosos subsidios del Estado! (cualquier similitud con la actualidad es mera coincidencia)
El término cinismo, ayer y hoy, permite hacer referencia a la impudicia, la obscenidad descarada y la falta de vergüenza a la hora de mentir o defender acciones que son condenables. Al hecho de, por ejemplo, prometer y prometer sueños, y después, entregar pesadillas y pesadillas. Y todo eso, con una linda sonrisa de afiche de campaña electoral.
Siempre cuando empieza un nuevo gobierno, la esperanza se renueva. Esperemos que esta vez no pase lo de siempre con los slogans de campaña y que Alberto Fernández no haga lo contrario a lo prometido de “Poner a la Argentina de pie…”