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  En los controles de tránsito casi nunca piden la documentación de los menores que se trasladan en los vehículos por nuestras rutas. Los niños están absolutamente vulnerables ante la posibilidad de ser víctimas de un delito de secuestro, trata, etc., incluso ante la pasiva mirada de la policía.  

 

fer molina
Por Fernando Molina, Director de SEMANARIO DIGITAL

 

Ayer, volviendo de la ciudad de Río Cuarto, me topé con una de esas situaciones que te dejan pensando en la seguridad de nuestros chicos. Venía manejando por la Ruta 158, a la altura de Carnerillo, cuando me frenó un control de la Policía Caminera de Córdoba. Hasta ahí, todo bien. Me pidieron los papeles del auto, carnet y todas esas cosas que usted sabe señor lector.

Pero, lo que realmente me dejó preocupado fue lo que vino después.

Viajaba con mi hijo, Felipe, sentado en el asiento de atrás, bien seguro con su cinturón. El policía se acercó a la ventanilla, me pidió los papeles, hizo algunos comentarios como de dónde venía, hacia dónde me dirigía, etc. Pero, aunque miró varias veces a mi hijo, en ningún momento se le ocurrió pedir los documentos de él, ni preguntarme quién era.

¿En qué estamos pensando? Vivimos en una época donde el  alerta SOFIA por el caso de Loan -el nene de Corrientes que aparentemente fue víctima de trata de personas- debería tener a todos con las antenas bien paradas. No podemos darnos el lujo de ser tan despreocupados con la seguridad de nuestros chicos.

Es increíble que, con todos los medios de comunicación hablando hace días de secuestros y trata de personas, los controles de seguridad no se tomen el trabajo de asegurarse en saber quiénes son los niños que viajan en los autos por nuestras rutas. ¿De qué nos sirve un control si no se fijan en lo más importante? ¿Es sólo recaudatorio?

Este tipo de cosas ponen de manifiesto una falla grave en el protocolo de nuestras fuerzas de seguridad, o al menos en la aplicación del mismo. Una de las prioridades debería ser garantizar la seguridad de los niños, asegurándose de que no estén en situaciones de riesgo o vulnerabilidad. No podemos permitirnos ser indiferentes ante estos descuidos.

Desde este humilde lugar, desde el interior del interior, hago un llamado a las autoridades para que pongan manos a la obra y revisen los procedimientos de la Policía Caminera. Es fundamental que cada agente esté bien atento y preparado para proteger a los menores en las rutas. La seguridad vial es importante, claro, pero la seguridad de nuestros hijos es lo primero. No podemos seguir dejando estos temas “a la buena de Dios”.