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  Entre Ian Moche (un chico autista que habla de autismo) y los HDP, no hay punto medio.

  En Argentina podés tener diferencias sobre la economía, la política, el precio del dólar, el asado con o sin chimichurri, si sos libertario, peronista, marciano o hincha de Sacachispas. Podés gritar que el Estado debe ser más chico o más grande.
Pero con los vulnerables no hay grises.
O estás del lado Ian Moche de la vida, o estás del lado de los HDP.

 

fer molina
Por Fernando Molina, Director de SEMANARIO 

Por estos días fuimos testigos de una de esas situaciones que, si uno tuviera un poquito de alma (aunque sea de saldo), deberían provocarnos una mezcla de vergüenza, tristeza y una indignación que no se lava ni con 14 duchas frías ni con 200 editoriales como esta.

Hablamos de Ian Moche.
Un chico de 12 años. Autista. Inteligente. Empático. Valiente. De esos que todavía creen que este mundo se puede cambiar a fuerza de ternura, palabra y coraje.
Y sin embargo, en el país donde los bancos tienen más corazón que algunos funcionarios, Ian se topó con algo mucho peor que la burocracia: la crueldad con sello oficial.

Esta semana, el funcionario de la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS), Diego Spagnuolo, le dijo –a él y a su mamá– que tener un hijo con discapacidad era “un problema de ella y de su familia, no del Estado”.

Así. Con esa frialdad quirúrgica que ni un témpano de la Antártida podría imitar.
La frase completa debería ir en los libros de historia, en el capítulo: Cómo destruir todo atisbo de humanidad en tres segundos y sin despeinarte (no es por la calvicie del funcionario que para dirigir la agencia de discapacidad lo único que tiene en el cv es haber sido abogado de Milei).
Y el contexto, por si faltara algo, es todavía más siniestro: el sistema de atención para personas con discapacidad se cae a pedazos. Prestadores fundidos. Deudas impagas. Tratamientos suspendidos. Familias desesperadas. Y funcionarios que juegan al Tetris con los derechos.

En Argentina podés tener diferencias sobre la economía, la política, el precio del dólar, el asado con o sin chimichurri, si sos libertario, peronista, marciano o hincha de Sacachispas. Podés gritar que el Estado debe ser más chico o más grande.
Pero con los vulnerables no hay grises.
O estás del lado de los que cuidan, o estás del lado de los HDP.
Así. Con todas las letras.

Porque la inclusión no es un slogan. Es una política pública.
Porque los derechos no se piden por favor. Se garantizan.
Y porque el futuro no se construye con Excel, se construye con empatía.

En el fondo, lo que duele de esta historia no es solo lo que se dijo, sino quién lo dijo y desde dónde. Que alguien con poder, en nombre del Estado, le dé la espalda a un chico como Ian Moche, es exactamente lo contrario al contrato social que deberíamos defender todos.

Ian quiere un mundo más inclusivo. Más amigable. Más justo. Más humano.
Nosotros también.
En SEMANARIO elegimos estar del lado Ian Moche de la vida.
Nunca del lado de los HDP que se llenan la boca de “libertad” mientras le arrancan a los demás su dignidad.