Mientras todos miran las legislativas como si fueran la final del Mundial, en Marcos Juárez ya empieza el armado para 2026. La posible llegada de Verónica Crescente a La Libertad Avanza puso nerviosos a propios y extraños. ¿Se están gestando nuevos espacios con viejas caras? ¿En el club San Martín se juega la previa del 2026? ¿Dellarossa le suelta la mano a Rossia para no perder el búnker?
La pelota comenzó a rodar, bienvenidos al Show.
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Si bien el calendario oficial marca que este año hay legislativas y todos deberían estar pensando en eso, la política local ya activó el GPS hacia las municipales. Y como en toda partida de ajedrez criolla, las piezas se mueven solas… aunque siempre terminan cayendo las mismas.
La novedad que agitó el avispero tiene nombre y apellido: Verónica Crescente, quien –dicen los que dicen saber– estaría coqueteando con La Libertad Avanza. Sí, la misma Crescente que creció en la consideración de la gente tras su arduo trabajo social durante la pandemia y que fue la candidata de Schiaretti en la última elección municipal (banderas que poco tienen que ver con el partido de Milei, pero ustedes y yo sabemos que eso poco importa a la hora de los bifes), dicen que se estaría probando la peluca.
Esto dejó a más de uno con los planes deshilachados. Caso emblemático: Sara Majorel, intendente en funciones y potencial viuda política del PRO, partido al que le quieren extender el certificado de defunción. Entre su negativa a acercarse al cordobesismo y la falta de una estructura propia, quedó huérfana de cara a lo que viene. Sin partido, sin padrino y, lo que es peor, sin paraguas.
En ese contexto, surge la idea de un “espacio nuevo”, que de nuevo tiene poco y de espacio, menos. Una suerte de Unión Vecinal Reloaded, con aires de modernidad pero olor a naftalina. Se comenta que ahí podrían convivir Majorel y Pedro Dellarossa, ese eterno jugador de fondo que nunca se termina de ir, ni cuando parece que se fue.
Pero claro, para que Dellarossa vuelva, alguien se tiene que correr. Desde el Gobierno provincial ya avisan, en voz baja pero con tono firme, que si hay rearmado, ven con buenos ojos que el hijo de Henry se calce la camiseta local y vuelva a casa. Así Llaryora nombraría a un Ministro con otro perfil para jugar más fuerte en esa área.
En paralelo, Heredia tantea terreno desde el Frente Renovador. No hace olas, pero quiere su lugar. Mientras tanto, los radicales miran la escena como quien ve llover desde adentro sin paraguas ni techo. La alianza de gobierno caduca, el Frente Cívico es poco más que un grupo de WhatsApp sin actividad, y nadie quiere la silla vacía.
¿Y los peronistas locales? Dicen no alinearse al cordobesismo e intentar tener representación propia, aunque yo me juego algunas fichitas a que al final harán la venia y se alinearán (como siempre).
Y como si faltara algo, aparece el Club San Martín, epicentro de más operaciones políticas que partidos de fútbol. La irrupción de Franco Ferreira con intenciones de armar lista propia puso nervioso al entorno de Dellarossa. Porque una cosa es disputar una elección, y otra muy distinta es perder el club donde se cocina la estrategia, se planchan los afiches y se negocian los favores.
En ese contexto, se comenta que Dellarossa habría decidido soltarle la mano a Rossia, empleado protegido durante años por el escudo invisible de los poderosos de siempre. Rossia, señalado por denuncias de abuso de autoridad y otros manejos poco claros, se convirtió en el blanco predilecto de Ferreira. Y como pasa siempre en la política cuando alguien empieza a oler a problema, los que ayer te defendían hoy no te atienden ni el teléfono. Hasta el más leal se convierte en carga cuando el barco se mueve.
Si bien al Club lo preside Cornaglia, todos saben que de fondo está Pedro y esa poderosa mesa chica. En los últimos años los movimientos del Club han generado más preguntas que respuestas. Algunos ven en Ferreira un simple rebelde con causa; otros, el primer síntoma de que el poder real empieza a tambalear. En San Martín se juega más que un torneo: se juega la previa de 2026.
En definitiva, lo que se mueve en Marcos Juárez no es la novedad, sino el envase. Un nuevo espacio con los dirigentes de siempre. Una interna vecinal disfrazada de innovación. Y un club donde se habla más de política que de goles. Comienza la campaña, y como en las telenovelas malas, cambian las tramas pero los actores son los mismos. Y el público… también.